Un Acuerdo por la vida

Los principales gobiernos del mundo son, a su vez, quienes más contaminan al planeta por aquello llamado desarrollo y están conscientes de este mal que pareciera no tener solución cuando se quiere ser un país de primer mundo sin pensar que sólo tenemos uno.

Este documento redactado en 2015 y puesto en ejecución en abril de 2016, fue firmado por 193 países con el único fin de responder a la amenaza del cambio climático sin dejar de lado el desarrollo sostenible y por ende, erradicar la pobreza. Para esto, se plantearon tres ejes fundamentales que son:

a) Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático;

b) Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos;

c) Elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.

El Acuerdo de París, que forma parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y cuyo texto establece normas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero, es considerado como ambicioso y balanceado desde el punto de vista diplomático aunque en otros pudiera resultar un obstáculo para los intereses económicos de sus países cuando las medidas a cumplir no son fáciles. Actualmente naciones como Siria y Nicaragua no comparten el acuerdo y este mes se suma Estados Unidos quien exige una renegociación que respete los intereses en pro del avance de su país.

Es de recordar que Después de China, Estado Unidos es el país con más emisiones de dióxido de carbono seguido por Rusia pero tanto Pekín como Moscú vienen implementando nuevas formas de energía. Por ejemplo, el gigante asiático quien, hoy, se destaca por ser la principal nación que desarrolla plataformas fotovoltaicas que generan energía a muy bajos niveles de emisión de gases contaminantes.

 
China duplica su producción de energía solar

China es el mayor productor de energía solar en el mundo y en 2016 logró duplicar su producción. La Administración Nacional de Energía de China, aseguró que lograron una capacidad fotovoltaica de 77,42GW representando casi un 35% más que durante 2015 y si bien son números positivos, todavía queda mucho por hacer cuando vemos, que al tomar la población china, dicha generación sólo sirve para el 1% del total de sus habitantes.

Hacia el 2030, Pekín tienen sus metas ya definidas y, aunque lo dicho anteriormente deja triste a más de uno, las esperanzas no se pierden. El gobierno viene mezclando las fuentes de energía renovables para reducir las emisiones pero también sin dejar de producir al ritmo que lo vienen haciendo y que los coloca como una potencia mundial. Esa mezcla permite que el 11% de energía venga de esta unión mientras pronostican llevarla a un 20 por ciento de aquí a 13 años con inversiones superiores a los 364mil millones de dólares.

Por algo Trina Solar nació en china y quiere llevar su experiencia como país y empresa a todo el mundo. Veinte naciones lo certifican y marchan hacia un mundo sustentable pero a su vez desarrollado y con menos pobreza cuya única manera de lograrlo es con energía limpia y accesible para todos.

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